jueves, 21 de enero de 2021

Pedro Charro: “La abogacía es el alma del máster, lo que le da el valor que tiene”


El abogado Pedro Charro Ayestarán ha dejado, en fechas recientes, su función en la Comisión Académica del Máster de Acceso a la Abogacía en el que, como responsable de prácticas externas, se encargaba de la selección y realización de las prácticas de los abogados en instituciones y despachos de los alumnos, normalmente su primera toma de contacto con la profesión. Aunque el máster abrió sus puertas en 2013, la andadura de Charro se remonta a 1997, fecha en la que asumió la dirección de la Escuela de Práctica Jurídica del MICAP. 

Abogado en ejercicio desde 1982, es además desde 1986 profesor asociado de Derecho Procesal en la UPNA, en la titulación de Derecho y en la doble titulación LADE/Derecho y posteriormente, ha impartido la asignatura de Filosofía y Teoría del Derecho. En 2012 recibió el Primer Premio a la innovación y calidad docente de la Facultad de Ciencias Jurídicas de la UPNA y ostenta la medalla al mérito de la abogacía.

Charro vive este momento profesional como “una oportunidad de empezar una nueva etapa”, compaginando su labor como mediador, en el ámbito civil y mercantil, con su otra gran pasión, la literatura. Como escritor, ha publicado varias novelas y colabora con una columna semanal de opinión en el periódico Diario de Navarra.  

¿Cuándo comenzó su relación con el máster de Acceso a la Abogacía?  

Todo empezó en 1997, cuando me hice cargo de la Escuela de Práctica Jurídica del MICAP “Estanislao de Aranzadi”, después de que se firmara un convenio entre el MICAP y la UPNA. Yo trabajaba entonces como abogado y como profesor en la UPNA y así comencé, sustituyendo a María Asun Palacios. 

¿Cuál era la función de la escuela en esos primeros años?

Una de las cosas que definían a la escuela es que la gente no iba a por un título, sino que iba a aprender. Veía que para iniciarse como abogado la formación no era suficiente, y sin que nadie se lo exigiera, porque podía colegiarse perfectamente, entendía que tenía que ir a la escuela. La escuela era un lugar en el que quienes impartían las clases eran al 100% abogados. 

Las escuelas que entonces funcionábamos en toda España fuimos elaborando un sistema de formación basado en el método del caso práctico. Había sin embargo entre los abogados y las escuelas una exigencia de que estas enseñanzas se formalizaran, de que fueran oficiales. Algo que al final se consiguió. Y esto tuvo una parte de beneficio, pero otra que me parece menos positiva, ya que al oficializarse se perdió ese carácter libre y el hecho de que la persona que iba a la escuela lo hacía simplemente para aprender.  

¿Cómo recuerda el paso de la escuela al Máster?

A partir del año 2012, con la ley de acceso, surge la necesidad de crear un máster -en este caso conjunto- para acceder a la profesión. En ese momento la Escuela del MICAP se suma a la UPNA para dar respuesta a esa necesidad, ya que la ley determina que es un requisito cursar un máster y hacer un examen para poder colegiarse como abogado. En el máster, mi responsabilidad se centra entonces en las prácticas, tanto en servicios del Colegio como en despachos de abogados. 

Con el máster la antigua escuela cambia de manera radical, porque es una formación más académica, Cuenta con la participación del profesorado universitario, y pierde el carácter puramente profesional. En cualquier caso, la herencia de aquella escuela es muy importante, porque todo ese aprendizaje y ese recorrido han servido para tener preparada  la presencia de la abogacía en el máster, que es muy importante.

¿Cuál es la función de los abogados en el actual máster?

Yo diría que la abogacía es el alma del máster, aquello que le da el valor que tiene. Y eso se nota cuando los alumnos, después de dos semestres académicos, van a los despachos, Y ahí se llevan una sorpresa enorme, ya que se dan cuenta de que hay una gran distancia entre lo que han aprendido como en la facultad y la vida real.

En el máster, los abogados dan una visión de la profesión que luego se concreta en el momento más importante para el alumno, que es el contacto con la realidad. Cuando un estudiante llega a un despacho es cuando ve de qué va realmente ser abogado, si es lo suyo o no… Pone las manos en la masa. Como cuando el estudiante de medicina se encuentra con un enfermo delante y tiene que auscultarlo.  

Por eso es una satisfacción que en la actualidad contemos con un número suficiente de despachos dispuestos a acoger a los alumnos. Esto es un reto, ya que a veces la profesión está mejor y otras está peo Incluso este año, con la pandemia, hemos conseguido que 60 estudiantes hayan tenido un lugar para sus prácticas, a pesar de la situación. 

Este proceso tiene además una doble faceta.  Es una oportunidad para que los alumnos empiecen su carrera profesional. Y también es la manera en que los despachos reclutan gente. 


¿Qué otros retos ha tenido que afrontar durante estos años? 

Durante todo este tiempo de trabajo, especialmente hasta que se creó el máster, que implicó una mayor institucionalización, he tenido una enorme autonomía. A la hora de decidir el profesorado, a la hora de valorar los resultados… Especialmente teniendo en cuenta que los docentes eran abogados, no académicos, había que incorporarlos a una metodología y dar con una manera de enseñar que fuera interesante para los alumnos. 

También ha sido un reto gestionar la escuela en su totalidad. Tanto desde el punto de vista docente, como todo lo que se refería a la financiación, el desarrollo y el funcionamiento operativo… He sido un gestor global de una “academia” que enseñaba los entresijos de la profesión. Y he tenido que aprender a estar, al mismo tiempo, al servicio de dos instituciones: el Colegio y la Universidad, ya que a ambos había que atender y rendir cuentas.  Ha sido una labor de dirección y de gestión académica compleja, pero muy interesante. 

Yo diría que mi función ha sido sobre todo “estar al cargo” de las cosas. Muchas veces en las instituciones hay un procedimiento de actuación, pero cuidar, responder y estar al cargo de cómo van funcionando los alumnos, de si se van cumpliendo los objetivos, ver si esto funciona de verdad, si sirve para todo lo que nos proponíamos, e iniciar al alumno en la profesión de abogado requiere más dedicación. Ha sido un trabajo modesto, porque cuando funcionaba la escuela teníamos en torno a 20 alumnos por año - ahora más porque el máster es obligatorio- pero para mí al menos o importante, porque se ocupa del momento en el que el alumno va a dar el salto a la vida profesional. 

¿Qué ventajas suponía para el profesional asistir a las clases de la Escuela de Práctica Jurídica? 

Para el abogado que no tenía un contacto, un padre o un familiar que le iniciara en la profesión, era fundamental. Era casi imposible empezar por tu cuenta sin pasar por la Escuela, que era una manera organizada de sustituir la pasantía. Todo eso se podía aprender en un despacho, o de una forma más organizada, en la escuela.  Esa enseñanza era vital en esos momentos.

¿Qué ha sido lo más satisfactorio de su paso por la escuela y después el máster? 

Ver volar a la gente. Ver que la gente sale de la escuela, o ahora del máster, y es capaz de volar por su cuenta. Que se incorpora a un despacho o inicia un proyecto. Verlos volar y que se olviden de mí es la máxima satisfacción.

¿Qué cambios ve en la profesión y en el acceso de los recién titulados al mercado laboral? 

Incorporarse a la profesión sigue siendo un reto parecido al de siempre, si bien todo se ha hecho más complejo, Y en los alumnos observo un cierto desánimo general, un cierto miedo. Ven una enorme dificultad para comenzar, todo son problemas. Pero si lo miras con un poco de perspectiva, como la que he tenido en este puesto, ves que la gente, en su gran mayoría, va saliendo adelante. Yo creo que eso es también un motivo de satisfacción. Poco a poco ver a la gente trabajando en un despacho, más adelante quizá trabajando por su cuenta… Creo que los alumnos valoran en realidad el máster con el tiempo. 

Desde luego ha habido un aumento exponencial en el número de colegiados. Sin embargo, veo que el mapa de despachos tampoco ha variado tanto. Hay sobre todo despachos pequeños, de entre dos y cuatro compañeros y algún despacho grande. Eso no ha cambiado demasiado. Sí que hay una diferencia generacional. Los abogados que tienen un recorrido largo están llenos de trabajo, muchas veces se quejan de que no llegan a todo. Y, por otro lado, hay un grupo de gente joven que justamente quiere trabajar. Creo que esos son los dos polos que hay que unir. Cómo hacer que la gente que empieza pueda acceder a un trabajo que acaparan los mayores.

Además del aumento de abogados, las mujeres han accedido a la profesión, ahora hay muchas más que cuando yo empezaba en la escuela, lo que es bueno. Y en cierto modo, la abogacía se ha pauperizado un poco, hay gente a la que le es difícil vivir de la profesión, más en los últimos tiempos. Porque es una profesión en la que nada está escrito y hay que jugar a largo plazo. Esos serían los tres rasgos, para mí, definitorios. 

Y creo que en esta situación la labor del colegio, de atención a los colegiados, es muy importante. El colegio es el lugar donde un abogado con pocos recursos puede acceder a formación, a actualización, al contacto con los compañeros. Creo que la función del colegio, en este momento, es más importante que nunca. Tanto para los nuevos abogados, porque les garantiza una formación por medio del máster. Como para los ya colegiados, que tienen en el colegio un aliado para avanzar en su profesión.

¿Cómo cree que se podría resolver esta dificultad que menciona, de algunos abogados, para vivir de la profesión?

No lo sé. Tengo una sensación… Ya sabes que estoy continuamente con los despachos. Y lo que me piden más habitualmente es: “Por favor, mándame a alguien que tenga interés”.  Y yo veo en ocasiones que hay alumnos que van a un despacho y no aprovechan lo que para mí es una oportunidad. Con esto quiero decir que el primer requisito para seguir adelante es ese: interés, motivación. Si no hay ese deseo, no se va a salir nunca adelante. Con eso seguramente no basta, pero si uno cae en un despacho que está esperando a alguien y muestra interés, y espíritu de trabajo, va a quedarse seguramente en él y va a abrirse paso. Si uno es más conservador en el sentido de que no está dispuesto a dar, si sigue con una mentalidad de alumno, una mentalidad puramente de pasar el trámite no va a salir adelante. Esta profesión no es como sacar una oposición para tener un futuro de por vida. En esta profesión hay que echarle, sobre todo al comienzo, mucha voluntad, mucho esfuerzo.

A pesar de eso, es cierto que hay momentos en los que hay más complicaciones y lo anterior no basta. Pero ahí no tengo una receta, porque el destino no está escrito, como si fuera un viaje en tren. Cada uno va a depender mucho de lo que haga Y también de la suerte, que en la vida juega; y de la situación que le toque en su momento, económica, política, social. De todos modos, yo creo que con interés y vocación se termina saliendo adelante. Ese es el mensaje. 




 

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