sábado, 27 de octubre de 2018

Susana Gisbert: “Es contradictorio que se pueda perseguir un robo y no una violación. Los delitos contra la libertad sexual tendrían que ser públicos”.


Susana Gisbert,  fiscal en la Sección de Violencia sobre la Mujer y las secciones especiales de Jurado, Víctimas del Delito y Delitos tecnológicos en la Fiscalía de Valencia, participó este viernes en la segunda jornada del XVIII curso de especialización jurídica contra la violencia de genero.

La ponencia de Gisbert, que tuvo lugar en la sala de conferencias del M. I. Colegio de Abogados de Pamplona, estuvo centrada en los Delitos de índole sexual, su tratamiento, cuestiones de competencia, dificultad probatoria.



En opinión de la jurista, “seguimos anclados en la credibilidad del testimonio de la víctima, en determinar si es creíble o no; y en cómo se valora esa credibilidad. Por supuesto, estamos en un Estado de Derecho y el tema de la prueba es muy importante. Pero también es muy importante que aseguremos que la víctima no sufra esa victimización secundaria al declarar en el juzgado, en la fiscalía, en el juicio”.

Gisbert considera también que es muy importante “plantearnos la necesidad o no de denuncia” y sostiene que “los delitos contra la libertad sexual nos tendríamos que plantear ya que fueran públicos, no semipúblicos. Porque claro, si a una mujer la violan aquí mismo, delante de todo el mundo y ella no denuncia, no se puede perseguir.  Parece un poco contradictorio que se pueda perseguir un robo y no una violación”, explica.



¿Cuál es en la actualidad la situación de este tipo de delitos?
En estos momentos, los delitos contra la libertad sexual son perseguibles solo con denuncia de la parte. No sirve la denuncia de un tercero, salvo que sea una persona discapacitada o menor, en cuyo caso puede denunciar el ministerio fiscal. Creo que esto se deriva de una concepción antigua de este delito y no veo el sentido de que, si el estado considera delito público, por ejemplo, un robo, no considere igualmente una violación. Aunque luego, una vez se ha denunciado, aunque la víctima se retire, podemos seguir.  

¿Qué dificultades plantea esta situación?

No se le escapa a nadie que, si ella no tiene intención de seguir, su testimonio no va a tener la misma fuerza. Cuando una mujer está dispuesta a seguir adelante, su manera de estar disponible, su manera de declarar es diferente. Pero si se echa atrás y no quiere saber nada, aunque tenga obligación una vez ha denunciado de testificar…   Si ella lo que quiere es acabar con el asunto cuanto antes, no nos va a dar una prueba testifical tan creíble como en otro caso.


¿El hecho de que sea un delito público puede ir en cierto modo en detrimento del derecho de la víctima a pasar página?
Es comprensible que la víctima quiera pasar página, y nuestra obligación como estado es que la víctima sufra lo menos posible. No le podemos obligar a denunciar o a seguir adelante si no le dotamos de garantías frente a esa victimización secundaria. Lo ideal es que sí le ofrezcamos estas garantías, porque no estamos hablando sólo del interés de la víctima, sino de un interés social. Ya que, si no se puede condenar al violador, al día siguiente puede volver a delinquir.
¿Qué es en su opinión lo más urgente en estos momentos?

Respecto a la prueba, lo principal es que las mujeres tengan las herramientas para no verse sometidas a esa victimización secundaria constante, y su testimonio pueda ser todo lo contundente que hace falta. Incluso ofrecer si es necesario asistencia psicológica… Y también es necesario que los juristas y las juristas nos formemos en perspectiva de género, que haya una sensibilidad que en muchos juzgados y tribunales ahora mismo no se ve. Hay juzgados especializados en violencia de género en la pareja, pero no entran ahí las agresiones machistas como una violación por un extraño.

¿Es una cuestión cultural?
Sí, desde luego. Me preguntan muchas veces si la judicatura es machista. No creo que lo sea ni que deje de serlo, en la medida en que la sociedad en su conjunto sí lo es. No podemos pretender que en una sociedad machista la judicatura sea pura y no esté contaminada.
También es importante hablar del papel de los medios de comunicación. Es necesario evitar los juicios paralelos, porque esto duplica el daño a la víctima. No es necesario que nos estén contando cada día lo que hacen los miembros de la manada. 



 

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