El M.I.
Colegio de Abogados de Pamplona ha homenajeado a Luis Antonio Iribarren por sus
50 años de ejercicio de la abogacía. En el transcurso del acto la decana del MICAP,
Blanca Ramos, le hizo entrega de un cuadro con un pergamino en el que se hace
mención de la fecha de su colegiación y del cumplimiento de sus bodas de oro
profesionales, y también recibió una insignia del Colegio. El
homenajeado estuvo acompañado de sus familiares, incluidos sus cuatro hijos
abogados, y de varios miembros de la Junta del Gobierno del MICAP.
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Luis Antonio Iribarren muestra el pergamino enmarcado que le fue entregado por la decana. |
Con su
habitual discreción, Luis Antonio Iribarren restaba importancia a sus méritos:
“Este homenaje de mis compañeros del Colegio me ha emocionado, me ha hecho
mucha ilusión, pero yo no tenía más mérito que el de cumplir años, llega a los
50 ejerciendo la profesión el que aguanta”.
No es
el primer reconocimiento que recibe, porque en diciembre de 2009 fue
distinguido con la Medalla al mérito en el servicio de la Abogacía del Consejo
General de la Abogacía Española, y también en este caso minimiza las razones
por las que se hizo acreedor del galardón: “La verdad es que no esperaba la
medalla y aún no sé por qué me la dieron, pero el caso es que me la entregaron
y fue otro acto muy emotivo para mí porque a mi padre también le fue concedida,
creo que fue el primer abogado privado que fue condecorado con la Medalla al
mérito de la Abogacía, por eso aún me hizo más ilusión y pienso que esa
circunstancia pudo condicionar el que me la dieran a mí. Y mi padre también
ejerció la profesión más de 50 años, por cierto”.
Luis
Antonio Iribarren es licenciado en Derecho por la Universidad de Navarra desde
1964, se colegió el 29 de enero de 1966 y formó parte de la Junta de Gobierno
del MICAP entre 1982 y 1987. Es profesor de las dos escuelas de Práctica
Jurídica de Navarra, en las que imparte Derecho de Familia y Derecho Procesal
Civil.
Gracias
a su veteranía puede enjuiciar los cambios que ha experimentado el ejercicio de
la abogacía desde que comenzó a trabajar hasta ahora: “Yo creo que la profesión
en sí no ha variado, sí hay cosas que cambian con el tiempo, los procedimientos
sobre todo, en Civil en primera instancia que se hizo todo oral y antes era por
escrito… Y la relación de los abogados con la Justicia también, mucho, yo diría
que a peor, pero eso ya es otra cuestión”.
Sí
añora la relación que existía antes entre los abogados. “Éramos pocos y nos
conocíamos todos mucho, había más compañerismo y más delicadeza en lo puramente
procesal, había una relación personal que ahora no es posible por la
masificación que existe. Prácticamente todos éramos muy amigos y no había entre
nosotros los problemas que ahora se dan. Entonces –continúa Iribarren- teníamos
muy en cuenta la deontología, el no coger un asunto sin la venia previa del
compañero, cosas que ahora se han perdido bastante y que hacían que fuera más
cómodo litigar”.
En
cuanto a la relación con los clientes también observa cambios notables. “Antes
se nos miraba con un respeto casi reverencial y ahora somos unos profesionales
más, es una consecuencia de la evolución de una sociedad en la que ya no hay
esas diferencias clasistas que existían hace unas décadas, y eso se refleja
también en el trato entre abogado y defendido. Ojo, que eso también tiene sus
aspectos positivos porque la libertad siempre es buena, el ejercicio de las
libertades públicas que hoy disfrutamos y que desgraciadamente no teníamos
también se observa en la relación del abogado y su cliente”.
“La
abogacía ha perdido el prestigio que tenía”
“Lo que
siento es que la abogacía ha perdido parte del prestigio que tenía”, lamenta el
homenajeado, quien opina que “hoy la sociedad nos mira de una manera muy distinta,
he dicho en repetidas ocasiones que nos quejamos de que la gente no nos
entiende, de que actúa de una determinada manera con nosotros, y aunque por
supuesto hay una responsabilidad por parte de quien así piensa, también nosotros
somos responsables de que a lo mejor no hemos sabido transmitir la esencia de
nuestra profesión, de ahí se puede derivar el desprestigio que tenemos y que es
una de las cosas que a mí más me duele”.
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El homenajeado pronunció unas palabras de agradecimiento. |
Iribarren
propone analizar lo que significa el término abogar, “es mediar ante otro y en
nombre de otro para conseguir su bien ¡yo creo que eso es algo tan importante…!
Pero la gente no se da cuenta, para algunos somos el que tiene que jorobar al
contrario, es una pena”.
A nivel
personal dice estar muy satisfecho “porque he hecho lo que deseaba hacer cuando
terminé la carrera y de la manera que he querido, nadie me ha obligado a ir por
otro lado. Siempre me ha gustado el Derecho Civil y el Mercantil, he ejercido
la profesión en esos campos fundamentalmente, aunque también he trabajado en
Contencioso, en Penal… He orientado mi vida profesional como he querido y en
eso estoy satisfecho, han sido 50 años fructíferos de ejercicio de la profesión”.
Al ser
preguntado por algún caso que le marcara especialmente recuerda “un asunto consecuencia
de un contrato que hice, un asunto muy gordo que afectaba además a mucha gente
y que tuvo en aquel momento una notable trascendencia social, jurídicamente fue
muy duro, muy duro, lo perdí en primera instancia pero luego lo gané en
apelación y en casación. Es uno de los casos que más esfuerzo me ha costado
sacar adelante a pesar de que era de los que más convencido estaba de que tenía
razón, y afortunadamente los jueces también me dieron la razón. Claro que en
sentido contrario también hay muchos que han requerido esfuerzo, en los que
estaba convencido de tener la razón y que al final el resultado no fue bueno…
Hay que conformarse con el resultado, aunque los que ganamos nos dan mucha
alegría y los que perdemos un gran disgusto”.
Otro
motivo de satisfacción proviene del hecho de que cuatro de los hijos de Luis
Antonio Iribarren son abogados y comparten despacho con su padre, “aunque uno
ha sido contratado temporalmente como asesor de una entidad pública y le han
exigido dedicación exclusiva. Siguen la tradición familiar, mi padre era
abogado, mi hermano mayor que ya falleció también y dos de sus hijos, mis
sobrinos, lo son… Formamos una especie de saga en la que yo soy el más viejo.
Yo he hecho todo lo que he podido para que sean unos buenos profesionales, como
mi padre lo hizo conmigo, fue mi maestro y un muy buen maestro. Yo no sé si lo
he sido, pero estoy satisfecho de cómo trabajan mis hijos”.