viernes, 29 de enero de 2016

“Mi preocupación ha sido mantener la independencia de la abogacía y del Colegio, nuestra libertad”

Tras más de 12 años como decano del M.I. Colegio de Abogados de Pamplona (fue elegido por primera vez el 4 de julio de 2003), Alfredo Irujo (Pamplona, 18-11-1956) dejó el cargo el pasado 18 de diciembre. Se colegió el 15 de noviembre de 1979, y en enero de 1989 se incorporó a la Junta de Gobierno. Han sido, por tanto, 26 años en la dirección de la institución, en la que va a continuar “como colegiado de base” pero dispuesto a poner su experiencia al servicio de quien lo necesite. También se ha despedido de la vicepresidencia 3ª del Consejo General de la Abogacía Española, a la que seguirá vinculado desde la Fundación Abogacía, de la que es patrono, en el desarrollo de proyectos de promoción y defensa de los derechos humanos. Nos recibe en su despacho, atestado de papeles, carpetas y archivadores, en el que ha seguido trabajando durante todos estos años a pesar de la dedicación que requerían los cargos de alta responsabilidad que ha ejercido, “porque al fin y al cabo es de lo que vivo”.

¿Qué siente al dejar el cargo después de tanto tiempo: alivio, satisfacción, cierta añoranza…?
-Yo diría que satisfacción. Después de tantos años en la Junta de Gobierno, desde 1989, y luego como decano desde 2003, uno termina sintiendo el Colegio como algo propio. Desde ese punto de vista, la satisfacción viene de que el cambio en el decanato se ha producido con total normalidad y el colegio queda en manos de una persona que creo que va a ser una gran decana, Blanca Ramos, que desde luego tiene toda mi confianza, y de una parte de la Junta de Gobierno que estuvo conmigo, porque prácticamente continúa la mitad, y que también confío plenamente en ellos. Van a contar, además, con unos compañeros que entran en la Junta con mucha ilusión y muchas ganas de trabajar, compartiendo además una misma visión de lo que debe ser el colegio. ¿Qué si siento alivio? Pues desde el punto de vista del trabajo qué duda cabe, porque voy a poder dedicar más tiempo al despacho, que es de lo que uno vive. ¿Añoranza? También, es lógico, no porque vaya a echar de menos el cargo, sino por las relaciones personales, de amistad, que se traban con el resto de compañeros de la Junta y a los que voy a ver un poco menos.

¿Cuándo decidió dejar el cargo y por qué?
Yo he cumplido tres mandatos y ya en el anterior pensé que con dos era suficiente, lo que pasa que entonces los compañeros de aquí y el presidente del Consejo General de la Abogacía Española, Carlos Carnicer, me dijeron que era mejor que siguiera. Yo ya era entonces uno de los vicepresidentes del Consejo y atendí a su petición de continuar un poco más, pero con tres mandatos ya era la hora de dejarlo no tanto porque me encuentre cansado, que no lo estaba, sino porque no es bueno para la institución perpetuarse en los cargos. Quizás lo más llamativo sea que en ninguno de los tres mandatos me he tenido que someter a unas votaciones, nuestra candidatura era la única que se presentaba y eso se ha repetido ahora con la candidatura de Blanca. Bueno, unos pueden pensar que es por desinterés del resto de compañeros y otros que no hay por qué oponerse cuando las cosas se han hecho razonablemente bien.

¿Han tratado de convencerle también en esta ocasión para que siguiera como decano?
-Pues sí, me lo dijeron, pero interiormente lo tenía muy claro y así se lo hice saber a todos los compañeros: que ya era el momento de dejarlo y que además ya teníamos a una candidata idónea, inmejorable, que era el relevo natural. Curiosamente parece que era un secreto a voces, porque todos los miembros de la Junta estábamos pensando en la misma persona, en Blanca.

-Más de doce años y tres reelecciones dicen mucho del aprecio que le tienen sus compañeros.
-Hombre, yo… no sé… me resulta casi impúdico hablar de estas cosas… Pues ciertamente me he sentido querido por los miembros de la Junta, y yo también les tengo muchísimo cariño, y del resto del colectivo me han llegado muchas muestras de reconocimiento que desde luego agradezco en el alma. Y también les agradezco las críticas, claro.

-¿Cómo era el Colegio cuando llegó al decanato y cómo cree que lo ha dejado?
-Creo que el personalizar en estas cosas no es bueno, porque realmente el cargo de decano es el más visible dentro de la Junta de Gobierno pero sus competencias, más allá de la representación o la de poner una cara al Colegio son las de cualquier otro miembro de la Junta. El órgano director y el órgano ejecutivo es la Junta de Gobierno. Yo he tenido la suerte de contar todos estos años con unos compañeros en la Junta de Gobierno que han sido… vamos, fantásticos, y por eso mismo, porque cada uno ha trabajado en su parcela razonablemente bien, creo que el Colegio queda mejor que cuando entramos. No por nada, sino por la propia evolución de los tiempos, hemos tenido que acomodarnos a las nuevas necesidades que iban surgiendo en el Colegio y a los colegiados, hemos remozado la sede, se han mantenido todos los servicios especializados que se venían ofreciendo, desde el punto de vista interno ahora contamos con una gerente, Natalia Ruiz, y eso ha sido imprescindible para el buen funcionamiento del Colegio porque cada vez somos más y la gestión del día a día es más compleja que lo que era al inicio. Cuando yo entré por primera vez en la Junta, en enero de 1989, era todo más sencillo, el Colegio era pequeño, existía un Turno de Oficio pero entonces ni se conocían los servicios especializados, la gestión era más fácil pero sin que ello supusiera un menor  trabajo para el decano precisamente porque no contaba ni con los medios humanos, materiales y técnicos que tenemos ahora.

-Y la profesión ¿ha cambiado mucho en estos años?
-La esencia de la profesión no, sigue siendo la misma, ejercer el Derecho para defender a nuestros clientes, y eso lo puedes hacer con una máquina de escribir o con un ordenador y no sé qué medios telemáticos. Es evidente que se ha modernizado, en las formas, en los medios que se utilizan, ahora es más cómodo porque las nuevas tecnologías ayudan mucho. Y está claro también que el número de abogados ha crecido mucho y por tanto hay una mayor competencia.

-¿Cuáles cree que son los retos a los que se enfrenta el Colegio?
-Quizás el reto más importante que vamos a encontrarnos es el de la posible modificación de los colegios profesionales, que deben seguir auto organizándose y rigiéndose por la voluntad de los propios colegiados, y deben poder seguir distinguiéndose esas dos facetas que tienen los colegios, por una parte son una administración pública y ejercen una competencias determinadas que se delegan y, por otra, la defensa de los profesionales, de los abogados. Tendremos que poner de manifiesto todo esto ante la Administración para que no se recorten los derechos que actualmente tienen los colegios para auto organizarse y ejercer sus competencias con plena libertad. En un ámbito más local, está nuestro bicentenario, que debe ser ocasión para mostrarnos en sociedad con toda nuestra fuerza y nuestra capacidad.

-¿Y los que deben afrontar los profesionales de la abogacía?
-La verdad es que los últimos cambios legislativos no siempre nos han sido beneficiosos, ahí están la Ley de tasas, la modificación que hubo en la Ley de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa para la imposición de costas a quien veía desestimadas sus pretensiones. Parece que el objetivo es equiparar a la abogacía a cualquier profesión mercantil, como si la venta de un servicio jurídico fuese igual que vender patatas. Eso no debe ser así de ninguna manera, y el reto está en advertir a quien tiene que tomar esas decisiones que no estamos hablando del ejercicio de una profesión exclusivamente mercantilista, sino de algo más, nosotros somos colaboradores de la Administración de Justicia y nos tenemos que someter a unas reglas deontológicas muy estrictas.

-¿De qué se siente más satisfecho de su etapa al frente de los abogados de Pamplona?
-Pues de que a pesar de que los tiempos han sido convulsos creo que hemos sabido mantener la paz social dentro del Colegio. No ha habido grandes algaradas, todo se ha llevado con sentido común y de manera ordenada. También de haber conseguido que haya sido la sede de numerosos eventos del Consejo General de la Abogacía: jornadas de juntas de gobierno, de justicia gratuita, extranjería, derecho penitenciario, etc.

-¿Y qué le hubiera gustado hacer y no ha podido llevar a la práctica?
-Voy a empezar por la anécdota, yo estuve interesado en que tuviéramos un coro y hubo dos intentos de que se formara, pero no ha habido manera. Y ya más profesionalmente, quizás por culpa mía, no ha salido adelante el proyecto de contar con un órgano que agrupara a los cuatro colegios de abogados de Navarra, sin perjuicio de las competencias de cada uno, que nos permitiera tener una voz común frente a la Administración. Ha sido un fallo mío, por no haber tenido la habilidad suficiente para poner de manifiesto al resto de colegios de Navarra la conveniencia de contar con ese órgano y convencerles de que nos reforzaría.

Alfredo Irujo, Victoria Ortega (Pta. CGAE) y Blanca Ramos.
-¿Cuál cree que es la situación más difícil que le ha tocado vivir como decano?
-Antes de ser decano fue muy duro el asesinato de Tomás Caballero, porque entonces su hijo Javier era el secretario de la Junta de Gobierno a la que yo también pertenecía, nos tocó muy de cerca. Nos implicamos de manera clara y contundente contra el terrorismo y la violencia, y de hecho fuimos los promotores de las concentraciones que se realizaban a las puertas del Palacio de Justicia cada vez que se producía un atentado. Hacíamos una convocatoria conjunta el Colegio de Abogados y el Tribunal Superior de Justicia. Al margen de ese tipo de cuestiones, uno tiene tendencia  a olvidar los momentos que han sido complicados y se acuerda de lo bueno. Hombre, cada vez que venía una disposición legal que era contraria a los intereses de la justicia o de la abogacía nos dolía, pero te quedas con el recuerdo de cuando conseguías algo positivo a través de la presión que hacíamos en ocasiones a los gobernantes y otras veces a los parlamentarios de la oposición.

-¿Es una casualidad que su retirada haya coincidido con la del presidente del Consejo General de la Abogacía, Carlos Carnicero, con el que ha colaborado tan estrechamente?
-Supongo que la composición de lugar que se habrá hecho será parecida a la mía, que con tres mandatos ya era suficiente, con una cuestión añadida: que si el cargo de decano ya exige dedicación, el de presidente del Consejo ni te cuento. Yo, desde luego, no podría. Es muy meritorio haber estado tres mandatos consecutivos de presidente, con el desgaste que eso conlleva, y además habiendo ejercido la presidencia como lo ha hecho Carlos Carnicero, que yo creo que ha sido un grandísimo presidente.

-¿Es una casualidad que ambos hayan sido sustituidos por mujeres?
-Pues es que igual era lo que tocaba.

-¿Y qué opina del hecho de que no hubiera ninguna decana en los casi 200 años de historia del Colegio?
-Hasta hace, no sé, 25 o 30 años, hubiese sido difícil que hubiera habido una decana porque había pocas mujeres abogadas. Pero lo cierto es que Blanca no es decana por ser mujer, sino por su valía.

-¿Le ha dado algún consejo en especial?
-No, no.

-Usted ha sido uno de los vicepresidentes del Consejo General de la Abogacía, ¿en algún momento sopesó la posibilidad de optar a la presidencia? ¿Se lo propusieron?
-¡No! Vamos, hubiese sido una temeridad por mi parte y por parte de cualquiera que me lo hubiera propuesto. ¡De ninguna manera!

-¿Podría definirse su etapa al frente del Colegio como la de la profesionalización y la del impulso de la formación y del uso de las nuevas tecnologías?
-Sí, podría definirse así perfectamente. Los que hemos formado parte de la Junta de Gobierno hemos tenido la preocupación de mantener la independencia de la abogacía y del Colegio, nuestra libertad. Además éramos conscientes de que somos abogados y que nos guía el servicio a la profesión, a la abogacía, a la justicia y al estado de derecho, desde la más absoluta independencia y sin que eso signifique que cada uno no tenga sus ideas políticas, que las tiene. Pero yo creo que se podrán contar con los dedos de una mano los temas que se hayan abordado en la Junta y no hayan sido aprobados por unanimidad o por un amplísimo consenso. Nos ha preocupado la formación, sin duda, y el contar con personas que fueran buenos gestores de la institución también, por lo que hemos comentado de la complejidad que ha ido adquiriendo la abogacía y el Colegio.

-En sus discursos y declaraciones siempre ha mostrado una gran vocación de servicio a los más desfavorecidos de la sociedad y ha animado a los profesionales del derecho a que esa sea una de sus prioridades. ¿Cree que los ciudadanos ya tienen esa imagen de los abogados?
-Bueno, parece que sí, ahí están las encuestas… Me da la impresión de que somos los abogados los que peor imagen tenemos de nosotros mismos, porque la abogacía es una profesión que está valorada y prestigiada y desde el punto de vista del ciudadano realiza una labor social imprescindible. A eso ha contribuido, sin ninguna duda, el turno de oficio, los servicios que se prestan de manera gratuita a los ciudadanos, pero además es algo que desde siempre ha sido innato a la abogacía, porque antes de la Ley de justicia gratuita ya existía el turno de oficio, los abogados de pobres…  Eso ha sido un timbre de honor para la abogacía y lo sigue siendo, de una manera más adaptada a los nuevos tiempos, y yo creo que la sociedad es capaz de apreciarlo.

-Relacionada con esa vocación está su labor como patrono de la Fundación Abogacía. ¿Va a seguir realizándola?
-Sí, en la Fundación llevo menos tiempo, un par de años. Es un cargo muy atractivo porque la Fundación se dedica a la promoción y defensa de los derechos humanos, sobre todo en países de Suramérica que están en situaciones a veces complicadas. Es un trabajo apasionante y a veces hasta satisfactorio, te llevas muchos chascos pero cuando consigues algo positivo te reconforta. La pena es que no he podido trabajar sobre el terreno en el desarrollo de proyectos concretos porque aunque me lo han ofrecido lo impedía mi dedicación al decanato. Blanca sí ha podido hacerlo, y Macarena Eseverri también.

-¿Durante este tiempo ha contado con el apoyo de las instituciones? ¿Cómo ha sido su relación con el Gobierno de Navarra?
-Pues me he entendido estupendamente con todos los consejeros de Justicia, que eran con los que más me correspondía tratar. El primero con el que me tocó trabajar fue Javier Caballero, con quien difícilmente podía entenderme mal porque había sido el anterior decano, pero luego ha sido exactamente igual con Roberto Jiménez y Javier Morrás, y con María José Beaumont es que no ha habido tiempo material ni se han planteado cuestiones para tratar con ella. Sí hemos tenido apoyo institucional, y también las discusiones propias de quien defiende sus intereses, pero no más allá. Recuerdo la que tuvimos, al comienzo de la crisis, por la rebaja del baremo que se pagaba por el turno de oficio pero llegamos a un acuerdo y se resolvió medianamente bien. Quizás ahora sea el momento de retomar la modificación del baremo para que se ajuste al que teníamos antes de la crisis.

-Precisamente sus últimos mandatos han coincidido con la crisis económica cuyos efectos aún perduran. ¿Cómo ha afectado al Colegio y a los abogados?
-Ha sido difícil para todos, para el Colegio, para los abogados, para cualquiera. A los abogados, en función de las materias que lleven, les ha afectado en mayor o menor medida. Claro, si no hay actividad económica no hay crecimiento, no se hacen contratos y los abogados no asesoran al respecto, ni crean soluciones… Y también se lo ha puesto más difícil a los que comenzaban en la profesión, si los inicios son complicados, en estas circunstancias aún lo son más.

-Ha compaginado el cargo de decano, la vicepresidencia del Consejo y su puesto en la Fundación con el ejercicio de la profesión desde su despacho. Eso tiene que tener un coste en el aspecto personal.
-He procurado que no fuera así. Uno vive de su despacho, no de ser decano ni consejero, en consecuencia no lo puedes descuidar. Además eres decano y consejero porque eres abogado, y para ser abogado tienes que mantener tu trabajo y tu despacho, porque si no no eres abogado. Yo creo que no lo he desatendido, hombre, ¿a costa de qué? ¿De la familia? Pues a veces… aunque también he procurado mantener esa parcela sin tocarla demasiado. Lo que pasa es que cuando tienes muchas cosas que hacer te organizas mejor, y cuando no tienes tantas pues a lo mejor pierdes más el tiempo. Mira, ahora que ya no soy decano tengo más tiempo, pero no lo noto porque meto más horas en el despacho, lo que hay que hacer es buscar el equilibrio.

-Entró en el Colegio como abogado, ha sido miembro de la Junta desde 1989 y los últimos 12 años decano, y ahora vuelve a la condición de abogado.

-Claro, vuelvo a ser colegiado de base, dispuesto a seguir trabajando y a colaborar con la nueva decana y su Junta de Gobierno, con la presidenta del Consejo cuando lo necesite y con cualquiera que me lo pida.

 

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