Tras
más de 12 años como decano del M.I. Colegio de Abogados de Pamplona (fue
elegido por primera vez el 4 de julio de 2003), Alfredo Irujo (Pamplona, 18-11-1956)
dejó el cargo el pasado 18 de diciembre. Se colegió el 15 de noviembre de 1979,
y en enero de 1989 se incorporó a la Junta de Gobierno. Han sido, por tanto, 26
años en la dirección de la institución, en la que va a continuar “como colegiado
de base” pero dispuesto a poner su experiencia al servicio de quien lo
necesite. También se ha despedido de la vicepresidencia 3ª del Consejo General
de la Abogacía Española, a la que seguirá vinculado desde la Fundación Abogacía,
de la que es patrono, en el desarrollo de proyectos de promoción y defensa de
los derechos humanos. Nos recibe en su despacho, atestado de papeles, carpetas
y archivadores, en el que ha seguido trabajando durante todos estos años a
pesar de la dedicación que requerían los cargos de alta responsabilidad que ha
ejercido, “porque al fin y al cabo es de lo que vivo”.
¿Qué siente al dejar el cargo después de
tanto tiempo: alivio, satisfacción, cierta añoranza…?
-Yo
diría que satisfacción. Después de tantos años en la Junta de Gobierno, desde
1989, y luego como decano desde 2003, uno termina sintiendo el Colegio como
algo propio. Desde ese punto de vista, la satisfacción viene de que el cambio
en el decanato se ha producido con total normalidad y el colegio queda en manos
de una persona que creo que va a ser una gran decana, Blanca Ramos, que desde
luego tiene toda mi confianza, y de una parte de la Junta de Gobierno que
estuvo conmigo, porque prácticamente continúa la mitad, y que también confío
plenamente en ellos. Van a contar, además, con unos compañeros que entran en la
Junta con mucha ilusión y muchas ganas de trabajar, compartiendo además una
misma visión de lo que debe ser el colegio. ¿Qué si siento alivio? Pues desde
el punto de vista del trabajo qué duda cabe, porque voy a poder dedicar más
tiempo al despacho, que es de lo que uno vive. ¿Añoranza? También, es lógico,
no porque vaya a echar de menos el cargo, sino por las relaciones personales,
de amistad, que se traban con el resto de compañeros de la Junta y a los que
voy a ver un poco menos.
¿Cuándo decidió dejar el cargo y por qué?
Yo he
cumplido tres mandatos y ya en el anterior pensé que con dos era suficiente, lo
que pasa que entonces los compañeros de aquí y el presidente del Consejo
General de la Abogacía Española, Carlos Carnicer, me dijeron que era mejor que
siguiera. Yo ya era entonces uno de los vicepresidentes del Consejo y atendí a
su petición de continuar un poco más, pero con tres mandatos ya era la hora de
dejarlo no tanto porque me encuentre cansado, que no lo estaba, sino porque no
es bueno para la institución perpetuarse en los cargos. Quizás lo más llamativo
sea que en ninguno de los tres mandatos me he tenido que someter a unas
votaciones, nuestra candidatura era la única que se presentaba y eso se ha
repetido ahora con la candidatura de Blanca. Bueno, unos pueden pensar que es
por desinterés del resto de compañeros y otros que no hay por qué oponerse cuando
las cosas se han hecho razonablemente bien.
¿Han tratado de convencerle también en esta
ocasión para que siguiera como decano?
-Pues
sí, me lo dijeron, pero interiormente lo tenía muy claro y así se lo hice saber
a todos los compañeros: que ya era el momento de dejarlo y que además ya
teníamos a una candidata idónea, inmejorable, que era el relevo natural.
Curiosamente parece que era un secreto a voces, porque todos los miembros de la
Junta estábamos pensando en la misma persona, en Blanca.
-Más de doce años y tres reelecciones dicen
mucho del aprecio que le tienen sus compañeros.
-Hombre,
yo… no sé… me resulta casi impúdico hablar de estas cosas… Pues ciertamente me
he sentido querido por los miembros de la Junta, y yo también les tengo
muchísimo cariño, y del resto del colectivo me han llegado muchas muestras de
reconocimiento que desde luego agradezco en el alma. Y también les agradezco las
críticas, claro.
-¿Cómo era el Colegio cuando llegó al
decanato y cómo cree que lo ha dejado?
-Creo
que el personalizar en estas cosas no es bueno, porque realmente el cargo de
decano es el más visible dentro de la Junta de Gobierno pero sus competencias,
más allá de la representación o la de poner una cara al Colegio son las de
cualquier otro miembro de la Junta. El órgano director y el órgano ejecutivo es
la Junta de Gobierno. Yo he tenido la suerte de contar todos estos años con
unos compañeros en la Junta de Gobierno que han sido… vamos, fantásticos, y por
eso mismo, porque cada uno ha trabajado en su parcela razonablemente bien, creo
que el Colegio queda mejor que cuando entramos. No por nada, sino por la propia
evolución de los tiempos, hemos tenido que acomodarnos a las nuevas necesidades
que iban surgiendo en el Colegio y a los colegiados, hemos remozado la sede, se
han mantenido todos los servicios especializados que se venían ofreciendo,
desde el punto de vista interno ahora contamos con una gerente, Natalia Ruiz, y
eso ha sido imprescindible para el buen funcionamiento del Colegio porque cada
vez somos más y la gestión del día a día es más compleja que lo que era al
inicio. Cuando yo entré por primera vez en la Junta, en enero de 1989, era todo
más sencillo, el Colegio era pequeño, existía un Turno de Oficio pero entonces
ni se conocían los servicios especializados, la gestión era más fácil pero sin
que ello supusiera un menor trabajo para
el decano precisamente porque no contaba ni con los medios humanos, materiales
y técnicos que tenemos ahora.
-Y la profesión ¿ha cambiado mucho en estos
años?
-La
esencia de la profesión no, sigue siendo la misma, ejercer el Derecho para
defender a nuestros clientes, y eso lo puedes hacer con una máquina de escribir
o con un ordenador y no sé qué medios telemáticos. Es evidente que se ha
modernizado, en las formas, en los medios que se utilizan, ahora es más cómodo
porque las nuevas tecnologías ayudan mucho. Y está claro también que el número
de abogados ha crecido mucho y por tanto hay una mayor competencia.
-¿Cuáles cree que son los retos a los que se
enfrenta el Colegio?
-Quizás
el reto más importante que vamos a encontrarnos es el de la posible
modificación de los colegios profesionales, que deben seguir auto organizándose
y rigiéndose por la voluntad de los propios colegiados, y deben poder seguir
distinguiéndose esas dos facetas que tienen los colegios, por una parte son una
administración pública y ejercen una competencias determinadas que se delegan
y, por otra, la defensa de los profesionales, de los abogados. Tendremos que
poner de manifiesto todo esto ante la Administración para que no se recorten
los derechos que actualmente tienen los colegios para auto organizarse y
ejercer sus competencias con plena libertad. En un ámbito más local, está
nuestro bicentenario, que debe ser ocasión para mostrarnos en sociedad con toda
nuestra fuerza y nuestra capacidad.
-¿Y los que deben afrontar los profesionales de la abogacía?
-La
verdad es que los últimos cambios legislativos no siempre nos han sido
beneficiosos, ahí están la Ley de tasas, la modificación que hubo en la Ley de
la Jurisdicción Contencioso-Administrativa para la imposición de costas a quien
veía desestimadas sus pretensiones. Parece que el objetivo es equiparar a la
abogacía a cualquier profesión mercantil, como si la venta de un servicio
jurídico fuese igual que vender patatas. Eso no debe ser así de ninguna manera,
y el reto está en advertir a quien tiene que tomar esas decisiones que no
estamos hablando del ejercicio de una profesión exclusivamente mercantilista,
sino de algo más, nosotros somos colaboradores de la Administración de Justicia
y nos tenemos que someter a unas reglas deontológicas muy estrictas.
-¿De qué se siente más satisfecho de su etapa
al frente de los abogados de Pamplona?
-Pues
de que a pesar de que los tiempos han sido convulsos creo que hemos sabido
mantener la paz social dentro del Colegio. No ha habido grandes algaradas, todo
se ha llevado con sentido común y de manera ordenada. También de haber
conseguido que haya sido la sede de numerosos eventos del Consejo General de la
Abogacía: jornadas de juntas de gobierno, de justicia gratuita, extranjería,
derecho penitenciario, etc.
-¿Y qué le hubiera gustado hacer y no ha
podido llevar a la práctica?
-Voy a
empezar por la anécdota, yo estuve interesado en que tuviéramos un coro y hubo
dos intentos de que se formara, pero no ha habido manera. Y ya más
profesionalmente, quizás por culpa mía, no ha salido adelante el proyecto de
contar con un órgano que agrupara a los cuatro colegios de abogados de Navarra,
sin perjuicio de las competencias de cada uno, que nos permitiera tener una voz
común frente a la Administración. Ha sido un fallo mío, por no haber tenido la
habilidad suficiente para poner de manifiesto al resto de colegios de Navarra
la conveniencia de contar con ese órgano y convencerles de que nos reforzaría.
![]() |
Alfredo Irujo, Victoria Ortega (Pta. CGAE) y Blanca Ramos. |
-¿Cuál cree que es la situación más difícil
que le ha tocado vivir como decano?
-Antes
de ser decano fue muy duro el asesinato de Tomás Caballero, porque entonces su
hijo Javier era el secretario de la Junta de Gobierno a la que yo también
pertenecía, nos tocó muy de cerca. Nos implicamos de manera clara y contundente
contra el terrorismo y la violencia, y de hecho fuimos los promotores de las
concentraciones que se realizaban a las puertas del Palacio de Justicia cada
vez que se producía un atentado. Hacíamos una convocatoria conjunta el Colegio
de Abogados y el Tribunal Superior de Justicia. Al margen de ese tipo de
cuestiones, uno tiene tendencia a
olvidar los momentos que han sido complicados y se acuerda de lo bueno. Hombre,
cada vez que venía una disposición legal que era contraria a los intereses de
la justicia o de la abogacía nos dolía, pero te quedas con el recuerdo de
cuando conseguías algo positivo a través de la presión que hacíamos en
ocasiones a los gobernantes y otras veces a los parlamentarios de la oposición.
-¿Es una casualidad que su retirada haya
coincidido con la del presidente del Consejo General de la Abogacía, Carlos
Carnicero, con el que ha colaborado tan estrechamente?
-Supongo
que la composición de lugar que se habrá hecho será parecida a la mía, que con
tres mandatos ya era suficiente, con una cuestión añadida: que si el cargo de
decano ya exige dedicación, el de presidente del Consejo ni te cuento. Yo,
desde luego, no podría. Es muy meritorio haber estado tres mandatos
consecutivos de presidente, con el desgaste que eso conlleva, y además habiendo
ejercido la presidencia como lo ha hecho Carlos Carnicero, que yo creo que ha
sido un grandísimo presidente.
-¿Es una casualidad que ambos hayan sido sustituidos
por mujeres?
-Pues
es que igual era lo que tocaba.
-¿Y qué opina del hecho de que no hubiera
ninguna decana en los casi 200 años de historia del Colegio?
-Hasta
hace, no sé, 25 o 30 años, hubiese sido difícil que hubiera habido una decana
porque había pocas mujeres abogadas. Pero lo cierto es que Blanca no es decana
por ser mujer, sino por su valía.
-¿Le ha dado algún consejo en especial?
-No,
no.
-Usted ha sido uno de los vicepresidentes del
Consejo General de la Abogacía, ¿en algún momento sopesó la posibilidad de
optar a la presidencia? ¿Se lo propusieron?
-¡No! Vamos,
hubiese sido una temeridad por mi parte y por parte de cualquiera que me lo
hubiera propuesto. ¡De ninguna manera!
-¿Podría definirse su etapa al frente del
Colegio como la de la profesionalización y la del impulso de la formación y del
uso de las nuevas tecnologías?
-Sí,
podría definirse así perfectamente. Los que hemos formado parte de la Junta de
Gobierno hemos tenido la preocupación de mantener la independencia de la
abogacía y del Colegio, nuestra libertad. Además éramos conscientes de que
somos abogados y que nos guía el servicio a la profesión, a la abogacía, a la
justicia y al estado de derecho, desde la más absoluta independencia y sin que
eso signifique que cada uno no tenga sus ideas políticas, que las tiene. Pero
yo creo que se podrán contar con los dedos de una mano los temas que se hayan
abordado en la Junta y no hayan sido aprobados por unanimidad o por un
amplísimo consenso. Nos ha preocupado la formación, sin duda, y el contar con
personas que fueran buenos gestores de la institución también, por lo que hemos
comentado de la complejidad que ha ido adquiriendo la abogacía y el Colegio.
-En sus discursos y declaraciones siempre ha
mostrado una gran vocación de servicio a los más desfavorecidos de la sociedad
y ha animado a los profesionales del derecho a que esa sea una de sus
prioridades. ¿Cree que los ciudadanos ya tienen esa imagen de los abogados?
-Bueno,
parece que sí, ahí están las encuestas… Me da la impresión de que somos los
abogados los que peor imagen tenemos de nosotros mismos, porque la abogacía es
una profesión que está valorada y prestigiada y desde el punto de vista del ciudadano
realiza una labor social imprescindible. A eso ha contribuido, sin ninguna
duda, el turno de oficio, los servicios que se prestan de manera gratuita a los
ciudadanos, pero además es algo que desde siempre ha sido innato a la abogacía,
porque antes de la Ley de justicia gratuita ya existía el turno de oficio, los
abogados de pobres… Eso ha sido un
timbre de honor para la abogacía y lo sigue siendo, de una manera más adaptada
a los nuevos tiempos, y yo creo que la sociedad es capaz de apreciarlo.
-Relacionada con esa vocación está su labor
como patrono de la Fundación Abogacía. ¿Va a seguir realizándola?
-Sí, en
la Fundación llevo menos tiempo, un par de años. Es un cargo muy atractivo
porque la Fundación se dedica a la promoción y defensa de los derechos humanos,
sobre todo en países de Suramérica que están en situaciones a veces
complicadas. Es un trabajo apasionante y a veces hasta satisfactorio, te llevas
muchos chascos pero cuando consigues algo positivo te reconforta. La pena es
que no he podido trabajar sobre el terreno en el desarrollo de proyectos
concretos porque aunque me lo han ofrecido lo impedía mi dedicación al
decanato. Blanca sí ha podido hacerlo, y Macarena Eseverri también.
-¿Durante este tiempo ha contado con el apoyo
de las instituciones? ¿Cómo ha sido su relación con el Gobierno de Navarra?
-Pues
me he entendido estupendamente con todos los consejeros de Justicia, que eran
con los que más me correspondía tratar. El primero con el que me tocó trabajar
fue Javier Caballero, con quien difícilmente podía entenderme mal porque había
sido el anterior decano, pero luego ha sido exactamente igual con Roberto
Jiménez y Javier Morrás, y con María José Beaumont es que no ha habido tiempo
material ni se han planteado cuestiones para tratar con ella. Sí hemos tenido
apoyo institucional, y también las discusiones propias de quien defiende sus
intereses, pero no más allá. Recuerdo la que tuvimos, al comienzo de la crisis,
por la rebaja del baremo que se pagaba por el turno de oficio pero llegamos a un
acuerdo y se resolvió medianamente bien. Quizás ahora sea el momento de retomar
la modificación del baremo para que se ajuste al que teníamos antes de la
crisis.
-Precisamente sus últimos mandatos han
coincidido con la crisis económica cuyos efectos aún perduran. ¿Cómo ha
afectado al Colegio y a los abogados?
-Ha
sido difícil para todos, para el Colegio, para los abogados, para cualquiera. A
los abogados, en función de las materias que lleven, les ha afectado en mayor o
menor medida. Claro, si no hay actividad económica no hay crecimiento, no se
hacen contratos y los abogados no asesoran al respecto, ni crean soluciones… Y
también se lo ha puesto más difícil a los que comenzaban en la profesión, si
los inicios son complicados, en estas circunstancias aún lo son más.
-Ha compaginado el cargo de decano, la
vicepresidencia del Consejo y su puesto en la Fundación con el ejercicio de la
profesión desde su despacho. Eso tiene que tener un coste en el aspecto
personal.
-He
procurado que no fuera así. Uno vive de su despacho, no de ser decano ni
consejero, en consecuencia no lo puedes descuidar. Además eres decano y
consejero porque eres abogado, y para ser abogado tienes que mantener tu
trabajo y tu despacho, porque si no no eres abogado. Yo creo que no lo he desatendido,
hombre, ¿a costa de qué? ¿De la familia? Pues a veces… aunque también he
procurado mantener esa parcela sin tocarla demasiado. Lo que pasa es que cuando
tienes muchas cosas que hacer te organizas mejor, y cuando no tienes tantas
pues a lo mejor pierdes más el tiempo. Mira, ahora que ya no soy decano tengo
más tiempo, pero no lo noto porque meto más horas en el despacho, lo que hay
que hacer es buscar el equilibrio.
-Entró en el Colegio como abogado, ha sido
miembro de la Junta desde 1989 y los últimos 12 años decano, y ahora vuelve a
la condición de abogado.
-Claro,
vuelvo a ser colegiado de base, dispuesto a seguir trabajando y a colaborar con
la nueva decana y su Junta de Gobierno, con la presidenta del Consejo cuando lo
necesite y con cualquiera que me lo pida.