martes, 26 de enero de 2016

La ciudadanía confía en los abogados y valora satisfactoriamente su trabajo

La ciudadanía confía en los abogados, a los que sitúa en el puesto 9 entre 25 grupos sociales e instituciones, siendo los políticos y los partidos los que ocupan las dos últimas plazas, y pone a la Abogacía en primer lugar entre todas las profesiones jurídicas, según el Barómetro externo del Consejo General de la Abogacía Española 2015, titulado La imagen de los abogados y de la justicia en la sociedad española, que también resalta la satisfactoria valoración del trabajo que realizan.
El Barómetro, una encuesta realizada por Metroscopia con entrevistas a mil personas, es el quinto de una serie iniciada en 2002 y se complementa con el Barómetro interno, que recoge las opiniones de los propios abogados sobre la profesión, publicado en el pasado mes de julio. El anterior sondeo corresponde al año 2011.
Si entre 2008 y 2011 la confianza expresada por los españoles hacia quienes son sometidos a evaluación tendió en conjunto a decrecer, entre 2011 y 2015 ha tendido de forma generalizada a mejorar. Siguen ocupando los primeros lugares las instituciones que la ciudadanía percibe como “altruistas” y asocia más directamente con la defensa del bien común (los científicos, la policía, las fuerzas armadas, la Seguridad Social, Cáritas y, sorprendentemente, las Pymes, a las que se estaría reconociendo su capacidad de resistir e intentar sobreponerse en unas circunstancias sumamente adversas.
En cambio, las instituciones y grupos sociales que se perciben como dedicados a la defensa o promoción de intereses sectoriales, ocupan los últimos lugares la clasificación y, como ocurre en épocas de crisis, experimentan el mayor desgaste de imagen: es el caso de políticos, partidos políticos, bancos, obispos, sindicatos y Gobierno. La iglesia lo demuestra: su obra de asistencia social aparece en cabeza de la tabla, pero su jerarquía está al final.
En novena posición

Según la encuesta, son los científicos quienes más confianza inspiran a los españoles, con un 8,2 sobre 10. A continuación figuran los cuerpos de seguridad (7,1), los pequeños y medianos empresarios (6,9), las ONG (6,7), la Seguridad Social (6,7), la obra asistencial de la iglesia (Cáritas, 6,6), los militares (6,4), las emisoras de radio (6,0) y en noveno lugar aparecen los abogados (5,8 frente al 5,2 del anterior sondeo), seguidos por los notarios y los funcionarios, con la misma puntuación.

Detrás están los jueces (5,7), los tribunales de justicia (5,4), el Rey (5,1), el Defensor del Pueblo (5,1) y la prensa y los periódicos (5). Los ayuntamientos encabezan los suspensos (4,9), seguidos por la televisión (4,4), el Congreso y el Senado (4,3), el Gobierno del Estado (3,4), los sindicatos (3,4), los obispos (3,2), los bancos (2,9), los partidos (2,8) y los políticos son los que menos confianza inspiran a los ciudadanos, que los puntúan con un 2,6, calificación que por otra parte no varía con respecto a 2011.

La capacidad que demuestran los abogados de mantenerse en un confortable lugar medio-alto, año tras año, indica que su positiva consideración social no es coyuntural sino estable, consolidada y creciente. Algo que, en principio, podría incluso resultar sorprendente atendiendo a la naturaleza de sus funciones: a fin de cuentas, el abogado es siempre abogado de parte; es decir, goza ciertamente de la confianza total de sus representados, pero al mismo tiempo —y con toda probabilidad en igual medida—concita desconfianza y recelo en la parte contraria que, a su vez, confía plenamente en su abogado.

Los resultados demuestran que los abogados llevan a cabo una función de interés público. Algo que, curiosamente, no parece tener tan claro la ciudadanía respecto quienes tienen la función de hacer justicia: jueces y tribunales, que, además, llevan ya varios años quedando ligeramente por detrás.

Entre quienes alguna vez han acudido al despacho de un abogado (el 56% de la población total española), el grado de satisfacción con los servicios profesionales recibidos sigue manteniéndose a un nivel muy elevado. La satisfacción de conjunto es puntuada con un 7.0, destacando de modo especial la atención y el trato recibidos (que merecen una nota media de 7.9), así como la preparación técnica del abogado y su interés por el asunto encomendado (puntuados con un 7.3 y un 7.2, respectivamente1). Incluso el importe de los honorarios cobrados merece una evaluación positiva (6.5): la relación coste/beneficio que implica recabar asistencia letrada parece así ser tenida por claramente favorable por quienes han utilizado alguna vez los servicios de un abogado. Algo que queda confirmado por el hecho de que el resultado conseguido sea evaluado con un asimismo sustancial 6.6.

Mal funcionamiento de la justicia

El Barómetro del CGAE concluye que la Administración de Justicia española funciona, en conjunto, mal: lo dice un 53% de los españoles, frente a un 32% que considera en cambio que lo hace bien. Con el paso de los años las posturas se han polarizado, acentuándose la distancia entre los porcentajes que emiten un diagnóstico favorable y desfavorable: era de 8 puntos en 1987, y es de 21 puntos ahora. La ciudadanía considera a la Justicia una institución organizativamente desfasada y funcionalmente poco eficiente, pero tiene una opinión positiva de los jueces, por lo que el 94% de los encuestados reclama una reforma inmediata y a fondo de la Justicia, de modo que asuntos especialmente graves o importantes y que causan gran alarma social no tarden años en tramitarse y resolverse, y el 90% pide un imnediato pacto de Estado sobre la Justicia que la blinde de forma clara y creíble frente a influencias o intromisiones de carácter político.


En el Barómetro también se preguntó a las personas entrevistadas si tenían la impresión de que, en conjunto, la situación del Estado de Derecho es en España igual, mejor o peor que la existente en los países más avanzados. A lo largo de los diez últimos años se ha producido una grave erosión en la imagen que la ciudadanía española tiene de su Estado de Derecho: en el momento actual, un 60% de toda la población cree que nuestro Estado de derecho está en peor situación que en el conjunto de los países más avanzados; en 2005 daba esta respuesta solamente un 38%.

 

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