Francisco Miguel Ayala. |
Francisco Miguel Ayala Maya confiesa que es
feliz tocando la guitarra y que disfruta tanto en los ensayos como en los
conciertos de la rondalla Armonía El Vergel, de la que forma parte, lo que no
impide que vea difícil el futuro de este tipo de grupos musicales por una falta
de apoyo que impide el relevo generacional. Tiene 61 años y dos hijos, uno de
ellos abogado aunque no ejerce, se divorció y tiene una nueva pareja. Se
colegió hace 33, está especializado en Derecho Civil y Penal y ha trabajado
siempre en un bufete, propio o con otros socios.
Hay bastantes
abogados que tienen como principal afición la música. ¿A qué cree que puede
deberse?
Pues no lo sé… Quizás tenga algo que ver el
que existiera una tuna en la facultad de Derecho, eso pudo hacer que futuros
abogados se aficionasen entonces.
¿Es su caso?
No, a mí me ha gustado la música desde
siempre, desde que estudiaba bachillerato, y no es que tuviera antecedentes
familiares, fue algo espontáneo. A partir de los 14 años empecé a estudiar
solfeo, y poco a poco fui aprendiendo a tocar la guitarra porque me gustaba, no
porque pensara dedicarme profesionalmente a la música y tampoco tenía previsto
formar parte de un grupo. Luego tuve la oportunidad de tocar con los del Hogar
Extremeño de Pamplona y hace unos 5 años entré en la rondalla Armonía El Vergel,
que es como se llama, porque tenía relación con Ángel Inda, que era el gestor
de la rondalla y me invitó a formar parte, afortunadamente para mí, felizmente,
y lo digo con mucha sinceridad, por la música y por las personas.
Hay buen ambiente,
vamos.
Sí, muy bueno, yo en la rondalla soy muy
feliz, muy feliz en los ensayos y actuando, me he encontrado con unas personas
maravillosas y sólo puedo hablar bien de todo el mundo. Puedes disfrutar con la
música porque te guste la música, pero es que ahí además hemos tenido la suerte
de coincidir con una serie de personas que son muy entrañables, de una gran
calidad humana. He estado a gusto también en otros sitios pero aquí más, y eso
es gracias a las personas, claro.
Y musicalmente,
¿tiene un buen nivel la rondalla?
Yo creo que será de las mejores que hay por
aquí, todos los que estamos en la rondalla sabemos solfeo, todos tocamos con
partitura. La mayoría han sido músicos profesionales, han tocado con las
orquestas más importantes que había por aquí. Yo estudié guitarra con un
profesor particular, no he ido a un conservatorio, bueno, estuve cuatro o cinco
años en la Escuela de Música de Huarte, pero para entonces ya sabía solfeo. Y
luego, poco a poco, a base de estudiar mucho en casa y de aprovechar el tiempo,
de recibir ayudas como la de Pedro Mari, que toca la guitarra como yo, pues he
ido aprendiendo y me defiendo.
Pedro María Indaberea con Ayala. |
Pedro Mari es Pedro María Indaberea,
presidente y administrativo de la rondalla, con una hija abogada. Acompaña a
Francisco Miguel Ayala durante la entrevista y pide la palabra cuando le
pregunto por la situación del grupo: "Voy a ponerme un poco reivindicativo
–advierte-. Cada vez que viene a tocar una rondalla de fuera, de otra
comunidad, pasamos envidia sana del apoyo institucional que tienen, mientras
que en Navarra, desgraciadamente, yo creo que van a desaparecer, porque la rondalla
hace música de plectro, con instrumentos de púa y guitarras, de cuerda, y no
hay enseñanza pública ni de bandurria ni de laúd. Creo que el Ayuntamiento de
Lodosa tiene contratada una profesora de bandurria, aquí absolutamente nada de
púa, y lo malo es que se ha metido el acordeón como sustituto de la cuerda, el
acordeón está muy bien para fiestas al aire libre, pero no para sustituir a las
cuerdas. El tema es que sales de Navarra y es increíble. En las rondallas
conviven tres generaciones, hay críos de 6 o 7 años que estudian el instrumento
en escuelas que dependen de los ayuntamientos, las propias rondallas son
municipales, y aunque a esas edades aún no lo dominan se van familiarizando con
el grupo, con tocar en un escenario…"
Si no se
incorporan jóvenes está claro que el futuro no es muy optimista.
Vuelve a responder Francisco Miguel Ayala: Es
que hasta hace poco yo era el bebé de la rondalla ¡y tengo 61 años! Ahora ha
venido uno que toca la bandurria más joven, que es muy bueno. La media de edad
está por los 73… Otro que toca la bandurria acaba de cumplir 81 años, y hay
otros dos también con 81. Nos hemos quedado sin violines, teníamos tres pero
han fallecido, uno de ellos el día de San Fermín con 91 años.
Pero hay bastantes
rondallas en activo, ¿no?
Bueno, hay… pero la mayoría son mixtas,
porque tienen gente que canta, pero exclusivamente instrumentales pues… la
nuestra. También nosotros tenemos cantantes, porque nuestro repertorio incluye
jotas, piezas clásicas, zarzuela, pero la mayor parte es exclusivamente
instrumental.
Entonces supongo
que su grupo estará muy demandado.
La verdad es que se ha notado la crisis.
Nuestras actuaciones eran, mayoritariamente, en clubes de jubilados o en los
pueblos, nos llamaban desde los ayuntamientos, pero desde que empezó la crisis…
y eso que unas veces cobramos y otras no. Nos han afectado los recortes, sí,
porque cuando tienes que actuar fuera tienes que contratar un autobús, y
normalmente tienes que pagar una comida, todo eso tiene que salir de algún
bolsillo y ahora las administraciones públicas no tienen dinero para
subvencionar y apoyar la cultura. Pero en los buenos tiempos la rondalla ha
actuado en los escenarios más importantes de aquí, el Teatro Gayarre, Baluarte,
el Gaztambide de Tudela, y a lo largo de los 32 años que tiene ya de historia
ha tocado en ciudades como Santander, Zaragoza, Logroño, Valencia, Bayona,
Calahorra, Tarragona… incluso en algún monasterio de clausura.
Deduzco que la
rondalla les cuesta dinero.
En esta ocasión contestan ambos: Sí, claro.
Es que los ingresos que tenemos son muy escasos. Lo único fijo son los 1.200
euros por tres o cuatro actuaciones en un convenio que tenemos con el
Ayuntamiento de Pamplona, y luego cobramos algo… en San Fermín hemos actuado en el Nuevo Casino y nos dijeron que podían darnos un aperitivo o 200 euros,
elegimos los 200 euros porque nos vendrán bien para reponer cuerdas y el
mantenimiento de los instrumentos.
Antes me decía que
ha tenido que dedicar bastante tiempo a estudiar guitarra y a practicar, a lo
que hay que sumar los ensayos, actuaciones… ¿cómo se las arregla para
compaginar su afición a la música con el ejercicio de la abogacía?
Es cuestión de organizarse, pero hay cosas a
las que tienes que renunciar. Por ejemplo, la rondalla ensaya por la mañana,
los lunes y los jueves, y tengo que faltar a muchos porque los horarios de los
juzgados también son de mañana, tienes señalamientos, vistas… Cuando tengo un
rato libre en casa lo que hago es aprovecharlo, y en vez de ver la televisión
me dedico a estudiar una partitura, para mí no es ningún sacrificio, me gusta
mucho la música y disfruto. Pero claro, lo primero es la profesión, no puedes
dejar por eso una entrevista, un señalamiento, una reunión profesional o una
vista oral, eso es ineludible.
¿Tocar la guitarra
le ayuda a desconectar de una profesión tan intensa como la suya?
Es que yo disfruto con la guitarra, no es que
me ponga a tocarla para desenchufar tras un día de trabajo, o para olvidarme
por un rato de un caso complicado, yo estoy deseando tener un rato libre para
coger la guitarra. ¿Qué si además me relajo? Pues no sé, porque cuando te pones
a estudiar una partitura y te concentras en eso no estás precisamente relajado.
¿Pero recomendaría
a sus colegas que practicasen alguna afición, sea la música, la pintura o la
jardinería?
Sí, sin duda, es recomendable y no es porque
nuestra profesión sea especialmente dura, o al menos no es más dura que cualquier
otra. Me gusta mi trabajo y como en todos tienes días buenos y malos, cuando
los jueces te dan un revés y tienes que explicárselo al cliente no lo pasas
bien, claro, aunque más difícil lo tiene el que debe bajar todos los días a la
mina. Pero saber que al acabar la jornada te espera estudiar una partitura de
una pieza que luego vas a tocar con unos amigos y que al final salga bien es
algo muy bonito.
Hablando de la
profesión: usted, que ya puede considerarse uno de los veteranos, ¿observa
cambios?
Ha cambiado mucho, la forma de trabajar, con
los medios informáticos… y también la abogacía, se ha masificado. Yo me colegié
siendo casi un chaval, y entonces la palabra de un abogado era como un
documento legal, tenía el mismo valor o más, pero recientemente me he llevado
alguna decepción en ese sentido. Igual es que como consecuencia de esa
masificación los nuevos abogados lo tienen más difícil y tienen que hacer lo
que sea para tratar de salir adelante, y unos tienen menos escrúpulos que
otros. Antes no por ser un compañero tenía que ser tu amigo, pero te fiabas de
él.